Por Mark Rutland

Juan 14:9 RVR 1960
9 Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?
Juan 14:9 NTV
9 Jesús respondió:
—Felipe, ¿he estado con ustedes todo este tiempo, y todavía no sabes quién soy? ¡Los que me han visto a mí han visto al Padre! Entonces, ¿cómo me pides que les muestre al Padre?
Conocer a Dios personalmente es la mayor satisfacción que puede tener un ser humano mientras vive en la tierra. ¡Qué privilegio poder hablar y pasar tiempo con quien nos creó! Y, sin embargo, hay momentos en nuestra vida en los que no nos esforzamos por estar verdaderamente satisfechos en el Señor. Los líderes siempre tienen que estar en guardia contra la insensibilidad cuando se trata de su fe personal en Jesús. Los conocimientos de la cultura, la educación y la experiencia laboral no equivalen a la intimidad. En cambio, la intimidad implica una amistad significativa con Jesús en la que se comparten los secretos profundos, las luchas y los éxitos. Lo que resulta es una extensión de su vida en sus pensamientos, actitudes y acciones.
¡Qué privilegio poder hablar y pasar tiempo con quien nos creo!
¿Pero qué pasa si nuestros corazones están encallecidos y endurecidos, envueltos en una protección muy parecida a la de una alcachofa? En primer lugar, debemos darnos cuenta de que no podemos, con nuestro propio poder, arreglar el problema. En segundo lugar, tenemos que estar dispuestos a desechar nuestro orgullo y volver a entregar nuestras vidas al Señor. Sólo él puede quitar nuestras capas de protección para que podamos ser cambiados para su gloria. Él conoce nuestro corazón incluso cuando se esconde detrás de las hojas de alcachofa.
Los doce discípulos tuvieron experiencias de vida que ninguno de nosotros tendrá jamás. Pudieron pasar tiempo diariamente con Jesús, caminando, hablando y viéndole realizar innumerables milagros. Incluso con su proximidad al Señor, todavía no entendían quién era. La pregunta de Jesús a Felipe en Juan 14:9 es la misma que hace hoy a sus seguidores. Sólo hay que sustituir el nombre de Felipe por el tuyo. Al mismo tiempo, Jesús nos dice: «Venid a conocerme. Conoce realmente quién soy». Es una llamada de esperanza, de descanso, de emoción que no se puede olvidar fácilmente. No ahora. Ni nunca. ¿Puedes escuchar hoy esa llamada a la intimidad con Jesús?