Por: Bill Scheidler

Ayer leímos en 1 Juan 4:16 que Dios es amor. Juan no profesa que «Dios ama» o que «Dios es amoroso», sino que Dios es el amor personificado. Jesús vino a la tierra para revelar el corazón de Dios. Jesús y el Padre son uno (Juan 10:30). Jesús y el Espíritu Santo son uno (Juan 14:18; 16: 7). Padre, Hijo y Espíritu Santo se pueden resumir en una palabra … ¡AMOR! Juan nos anima a “confiar en su amor” (1 Juan 4:16). Para mí, esto significa que tengo que confiar en el hecho de que, dado que Dios es la encarnación del amor, acepto la realidad de que todo lo que hace está motivado por el amor. Por su misma naturaleza, no puede hacer otra cosa que amar.
Cuando las personas interactúan con nosotros en la vida, es fácil querer juzgar o cuestionar sus motivos. Y, es triste decirlo, en muchos casos, nos tratan como son porque quieren algo de nosotros o quieren usarnos para gratificar algo en ellos. Muy a menudo, incluso cuando son amables con nosotros, interactúan con nosotros con un poco de interés propio en mente. Incluso si es solo para que puedan sentirse bien consigo mismos.
Confía en Dios incluso cuando no lo entiendas… aun cuando parece oscuro.
Pero Dios no es así. Es el amor personificado y ese amor se define como un amor que no da buscando nada a cambio. No es un amor basado en lo que podemos hacer por Dios, se basa exclusivamente en Quién es Él. Eso significa que cada cosa que Dios ha hecho, está haciendo o hará alguna vez se basa en el hecho de que Él es amor.
¿Cuál es el motivo de Dios incluso cuando disciplina? Es amor. ¿Qué es lo que mantuvo a Jesús en la cruz? El amor. ¿Por qué el Espíritu Santo interactúa con nosotros de la manera en que lo hace (Rom. 5: 5)? Es amor.
Confía en ello incluso cuando no lo entiendes. Confía en ello incluso cuando parece oscuro a tu alrededor. Confía en ello incluso cuando la gente a tu alrededor te anima a maldecir a Dios.
¡Confía en ello! Todo quedará probado al final. Confía en el amor de Dios.