
Fui a una fiesta de cumpleaños. Como cualquier gran Papi, me detuve en el camino a la fiesta para comprar un regalo para mi nieto, para su primer cumpleaños.
El estaba en la edad en la que imitaba sonidos. Si le preguntabas, “¿Cómo dice el perrito?” Su respuesta era “Arf.” ¿Cómo es que era tan lindo?
Al entrar al área de juguetes de la tienda, vi el juguete perfecto. Allí estaba: un lindo y peludo perrito, a pilas. Un largo cable unía al juguete con una pequeña caja en el otro extremo. Tenía dos botones, uno para hacer que perrito ladrara y el otro que caminara. ¡Este era un regalo perfecto! Y bien valía los $5,99 de su precio.
Un poco más tarde, cuan Elías lo abrió, estaba tan emocionado. Como un pequeño genio, aprendió muy rápidamente cómo usar los botones correctos. Apretaba uno para hacer que ladrara y el otro para que caminara. Fue de lejos, su regalo favorito, y lo llevaba con él a todas partes.
Sin embargo, mientras lo veía jugar con el juguete, me empecé a preocupar por el cable que unía al perrito a la caja de control. Muchas veces, Elías se enredó en él. Mi temor inmediato fue que podía dañarse si el cable quedaba alrededor de su cuello. Saqué la caja de la basura y leí: “Recomendado para niños de 3 o más años.” Ahora tenía un dilema.
¿Cómo podía quitarle a un niño su juguete de cumpleaños? Simple. Esperé hasta que se fue a dormir su siesta, y confisqué el peligroso juguete. Proteger a mi nieto tenía prioridad sobre su felicidad con el juguete. Y lo asombroso es que él ni siquiera supo que lo protegía. Puede que nunca lo sepa. Él, de hecho, nunca extrañó el juguete. Pero independientemente de cómo sería su reacción, su protección contra daños y problemas fue primordial para mí.
En el Salmo 32, David declara al Señor: “Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; con cánticos de liberación me rodearás. Selah” (v. 7). Luego, en el Salmo 61:7, escribe, “Estará para siempre delante de Dios; prepara misericordia y verdad para que lo conserven.”
Docenas de veces en los Salmos solamente, David reconoce la protección de Dios. El Señor Dios es nuestro protector. Él va delante de nosotros para enderezar los lugares torcidos. Él es nuestra roca, nuestra fuerza y libertador. Su escudo nos rodea. “Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia.” (Salmo 9:9)
Por favor, no pierdas esto: es Su amor y fidelidad que nos protege. Nuestra felicidad no es tan importante como nuestra protección. Su mano de protección está sobre nosotros, incluso cuando no nos damos cuenta de ello.
Por ejemplo, puede que hayamos tenido un pinchazo en la llanta del auto, y eso nos haya protegido de un peligro por delante. O tal vez perdimos una cita importante, pero eso nos protegió de una mala situación. Incluso una relación rota que simplemente no entendemos el por qué, puede haber sido una forma para protegernos de lo que estaba por venir. Si caminamos en la Luz de Su Palabra, nuestro camino está protegido. Estamos cubiertos en perfecto amor y fidelidad del pacto.
Esta semana, al andar tu camino en Cristo, reconoce Su protección. Dale las gracias, incluso si no es fácilmente visible. Confía en que tus tiempos están en Sus manos. Persevera, orando y creyendo. Si sientes que los problemas llegan, corre a Su sombra. Encuentra refugio en Él como tú fortaleza.
Las tormentas soplarán. Eso es inevitable. Las pruebas y tentaciones abundan. Satanás vino a matar, robar y destruir. Recuerda esto: Tu protección es más importante para tu Padre Celestial, que tu felicidad. Se fuerte y ten valor. El Señor tu Dios, está contigo, a dondequiera que vayas. Y estás protegido; te lo prometo.
Vía: Charisma Magazine