
Pam Havey Lau
Sin Jesús como mi Salvador, no tendría amistades cercanas con mujeres. Y cada vez que pienso que la relación no funcionará, Jesús me prodiga más y más con su amor. Entonces, ¿Cómo puedo lograr obtener amistades con todo mi corazón?
¿Es posible que amistades genuinas prosperen en nuestra cultura del siglo 21 del “yo primero,” tan competitiva? He descubierto que la verdadera amistad con las mujeres prospera cuando mis manos están abiertas, mientras Dios pone misericordia en una y verdad en la otra.
Hace varios meses, una amiga cercana me lastimó, con una pequeñez, y por alguna razón, me llevó a un estado de ánimo triste. Por unos días, semanas incluso, la evité y me aparté. La verdad honesta es que ella hizo una elección que me puso al final de su lista. Su decisión produjo un vacío en mí y un profundo tormento. Comencé a hacerme preguntas que antes no me había hecho, no solo en esa amistad, sino en otras, también: ¿Es eso más importante que yo ahora? ¿No es nuestra amistad digna de sacrificio? ¿Soy así de fácil para darme por segura? ¿Qué dice esto de mí?
Después de varias horas de sentirme miserable en cada área de mi vida, abrí mi diario y comencé a arrepentirme. Auto compasión. Competición. Afortunadamente, fui capaz de ver lo que estaba haciendo y lo que me llevó allí. ¡Cuán vulnerable realmente soy!
Sin embargo, cuando fui brutalmente honesta, lo que más me molestó, más que lo que mi amiga hizo, ¡fue cuán oscuro y competitivo comprobé que era mi corazón! Frustrada conmigo misma, esta amistad y mi inhabilidad para orar con un corazón puro, me volví a Dios, “¿Cómo puedo tener una buena amistad cuando es así como respondo?”
Mis ojos cayeron en un pasaje de Colosenses: “Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor…” (Colosenses 1:9-10).
Y entonces, en mi espíritu escuché a Dios decirme, “Pam, cada vez que comiences a estar a la defensiva, sintiéndote no amada, queriendo atención, cuestionando las motivaciones de otras personas; y cada vez que comiences a compararte, midiéndote a ti misma, comienza a orar por esa persona. Ora para que sea llena con el conocimiento de mi voluntad, en toda sabiduría y entendimiento espiritual.”
Así lo hice. La oración es realmente la única manera de mantener puro mi corazón, y que cualquier amistad prospere. Parece que cuando oro, muchas cosas suceden.
- La Oración Crea Un Espacio. El día que recibí la herida de mi amiga, mi corazón se sintió pequeño hasta que derramé todo en mi diario. A través de la oración, Dios agrandó mi corazón y creó más espacio, de modo que pudiera orar por mi amiga, sin sentirme ofendida. El amor pródigo tiene esa clase de efecto en el corazón humano, abriendo ventanas en nuestra alma que ni siquiera sabíamos que estaban cerradas.
- La Oración Crea Una Intimidad. Con el espacio adicional en mi corazón, fui capaz de visualizar una amistad íntima con muchas de mis amigas que estaban cerca y también lejos. Sorprendentemente, la amiga que me lastimó estaba en esa imagen, una imagen más realista. Junto con la tan necesitada misericordia, Dios puso verdad en mis manos, enseñándome que la verdadera intimidad siempre se construye sobre lo que es real.
- El Espíritu De Dios Ora En Nosotros. ¡Es verdad! Cuando el Espíritu de Dios me llena en un momento tan decepcionante, puedo sentir a Jesús orando conmigo. Nada es demasiado doloroso, nada ni nadie se siente tan distante, o demasiado difícil, o demasiado separado, o muy cerca, que no pueda ser alcanzado por el toque de sanidad de Jesús.
- Las Amistades Se Renuevan. Pocas semanas después, mi amiga y yo, finalmente nos contactamos. Aunque no negué que me lastimó, no sentía la necesidad de castigarla o hacerle pagar por sus acciones. Debido a que la oración limpió mi corazón, Dios me dio sabiduría en esa amistad. Fue como que el incidente sirvió como Maestro, diciéndome, “Siento que te haya sucedido, pero aprenderás de esto. La próxima vez, estarás mejor preparada. Pero no arruines la amistad, en lugar de eso, renuévala.”
Cuando llevé mi corazón a Dios, sin importar su estado magullado y golpeado, Él encontró la forma de suplir cada necesidad, para que yo pudiera mantener mi amistad.