lider

Samuel R. Chand

Todos los líderes – en los negocios, sin fines de lucro, y la iglesia – soportan presiones, desafíos, y dolor, pero manejar las causas del dolor en el liderazgo, es solo parte de la solución. Solo podemos elevar el umbral de nuestro dolor, si profundizamos la gratitud en nuestros corazones. Algunas veces, tenemos que superar algunos pensamientos erróneos respecto a nuestra conexión con Dios, y las erróneas expectativas que vienen de ese pensamiento.

Un corazón de agradecimiento es la respuesta apropiada a nuestra percepción de la generosidad y bondad que se nos muestra. En su libro Finding God (Encontrando a Dios), el escritor y psicólogo Larry Crabb observa que muchos de nosotros, pensamos en Dios como “un camarero especialmente atento.” Cuando obtenemos un buen servicio de él, le damos una buena propina de alabanza. Cuando no conseguimos lo que queremos, nos quejamos. O ¿confiamos en que el soberano Señor del universo podría, simplemente podría saber más que nosotros, acerca de cómo el mundo debería funcionar? ¿Hemos experimentado lo suficiente de su gracia y grandeza, para convencernos de tener una fe ambidiestra, creyendo que él usará tanto las bendiciones y las angustias, para producir sabiduría, fe, carácter, y esperanza en nosotros? Gracias a Dios que por su amor, poder, y sabiduría – sin importar cómo y dónde él nos lleve – renueva nuestra esperanza, ilumina nuestro camino, y pone calma en nuestra alma.

En una charla de pastores, acerca de crear una cultura de auto conciencia, Craig Groeschel advirtió y admitió, “Algunos de ustedes harán lo que yo hice años atrás. Me convertí en pastor a tiempo completo, y seguidor de Cristo a medio tiempo. Oraba cuando lo hacía públicamente. Estudiaba cuando preparaba mi sermón. Mi autoestima estaba basada en las cifras de la semana pasada.” Otra señal de alarma para él fue su suposición de tener todas las respuestas. Cuando se dio cuenta, “Mientras más tendía a creer que estaba en lo correcto, más parecía estar equivocado.” Para Groeschel, la solución es la respuesta fundamental y profunda encontrada en cada página de la Biblia: “Mientras más me humillo y escucho a Dios, más quebrantado soy, mi relación con mi esposa mejora, mejora mi familia, y también mi iglesia.”

El orgullo se manifiesta de dos diferentes formas. La superioridad es la suposición de que sabemos más que Dios, cómo la vida debería funcionar, y estamos haciendo que suceda. La inferioridad está basada en la misma suposición inicial, pero con la conclusión opuesta: no podemos hacer que funcione, así que somos un fracaso colosal. Instantáneamente sabemos que la superioridad no es humildad, pero algunas veces, confundimos la inferioridad con un corazón humilde. No es así. Una persona verdaderamente humilde, no se siente obligada a tirarse para abajo. Sabe que es profundamente defectuoso – de hecho, es brutalmente honesto acerca de sus pecados y limitaciones – pero también está convencido de que la gracia de Dios es más maravillosa que cualquier cosa que pueda imaginar. Es libre de la esclavitud de defenderse a sí mismo o probarse. Está más allá de las tentaciones de alabanza y los estragos de la culpa.

Es una paradoja de un líder espiritual lleno de gracia, que puede ser un visionario valiente, pero también humilde y dispuesto a escuchar a todos en cualquier momento; que se puede conducir pero su corazón está en reposo; que puede ser tiernamente compasivo, pero brutalmente honesto cuando la ocasión lo requiere. No tiene nada que probar y nada que perder.

Asegúrate de esto: cuando sufres el dolor del liderazgo, Dios está confiando que capearás el temporal y lo representarás a un mundo que observa. Tu equipo ejecutivo en la iglesia te observa, para que los guíes; confían en ti. La gente en tu empresa u organización, te está observando; confían en ti. Tu familia te ve cuando no estás en tu mejor momento; ellos confían en ti. Sin importar cuál sea el origen de lo que tienes que soportar, Dios te ha puesto en una posición para mostrar su bondad, sabiduría y poder, en medio de tu angustia.

Cuando estamos en dolor, puede que no parezca un privilegio representar a Dios en ese momento y en ese lugar, pero Él mismo nos ha designado, empoderado, y colocado para “un tiempo como este.” Él confía que soportaremos con la gracia. El momento del dolor, entonces, es un punto de alto honor ganado con fidelidad, efectividad, reputación, y carácter probado. Es un honor y un reto, ser representante de Dios en tiempo de dolor. La gente nos está observando. Es una increíble oportunidad.  No te atrevas a perdértela.

Este artículo fue extraído del Capítulo 8 del Libro Leadership Pain de Samuel R. Chand

Acerca de Toto Salcedo

Comunicador Radio-TV RR.SS Libro: Revolucion desde adentro Pastor EKKLESIA

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