Lee Grady
Cuando Jesús comenzó Su ministerio, no alquiló un coliseo para una campaña evangelística, ni comenzó una lista de contactos de correo, ni puso carteles por todo Jerusalén, anunciando Su ministerio de sanidad. No, lo primero que hizo fue reunir a un grupo de seguidores cercanos.
Él los llamó Sus amigos.
Marcos 3:14 dice que Jesús designó a los Doce “para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar.” Nota que Su relación con ellos no fue solo acerca del trabajo del ministerio. No solo estaba llamando seguidores para hacer una tarea. No era un capataz empleando a mano de obra contratada. Él quería su comunión primero y luego, les dejaría predicar de lo que aprendían de Él.
Jesús se trata de relaciones. Y Él específicamente, les dijo a Sus discípulos que no quería que esta relación esté basada en el rendimiento. Él dijo: Ya no los llamo siervos… los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes.” (Juan 15:15).
En muchas partes de la iglesia, nos hemos olvidado de la necesidad esencial de comunión, y tratamos de construir la iglesia sin ella. Hemos desarrollado un modelo de iglesia estéril, orientado a eventos y enfocado en celebridades, en lugar de una genuina relación.
Construimos edificios estilo teatro, donde multitudes escuchan hablar a un hombre. Esas multitudes son rápidamente sacadas del santuario para hacer espacio para el siguiente grupo. Muchas de esas personas, jamás procesan con nadie lo que han aprendido, nunca se unen a un pequeño grupo, y nunca reciben ninguna forma de discipulado, uno por uno.
Ya que carecemos de relaciones hoy, hemos tratado de llenar el vacío con tecnología. Creemos que si podemos crear un factor sorpresa con video clips alucinantes, sermones 3-D y bandas de adoración atrevidas, las multitudes gritarán por más. Yo no lo creo. La moda puede rápidamente convertirse en algo superficial.
He tenido suficiente en esta religión estéril. He aprendido que el ministerio no se trata de grandes multitudes, asientos llenos, cartas de disponibilidad como respuesta o estridentes aplausos elitistas. No se trata de correr en la cinta caminadora del crecimiento de la iglesia. La religión que se enfoca en lo externo, no puede producir vida. Si nuestra fe no fluye con nuestra relación con Dios, y resulta en profundas relaciones con los demás, entonces, es una pobre imitación del cristianismo del Nuevo Testamento.
¿Necesitas profundizar tus relaciones? Les digo a los cristianos por todo el mundo que necesitan tres clases de relaciones en sus vidas, aparte de las relaciones familiares:
1. “Pablos” son los padres y madres espirituales en quienes confías. Todos necesitamos cristianos mayores, más sabios, que nos guíen, oren por nosotros y nos aconsejen. Mis mentores me han alentado cuando quise renunciar, y me impulsaron a seguir adelante cuando perdí de vista las promesas de Dios. En el camino de la fe, tú no tienes que sentir que caminas en la oscuridad. Dios dio a Ruth, una Noemí, a Josué un Moisés, y a Ester un Mardoqueo. Puedes pedirle al Señor que te de un mentor para guiarte y entrenarte.
2. «Bernabés” son los compañeros espirituales que están cercanos, que son amigos íntimos. Ellos saben todo acerca de ti, y sin embargo, te aman de todas maneras. También están dispuestos a corregirte, si es necesario y ¡sin rodeos! A ellos les rindes cuentas de las áreas de tentación personal. Ellos te ofrecen un oído para escucharte y un hombre para llorar. Pasarán toda la noche orando por ti, cuando enfrentes una crisis.
Todos deberían conocer el beneficio de Proverbios 18:24: “hay amigo más unido que un hermano.” Pero tú no puedes encontrar amigos fieles sin buscar ser uno primero. No esperes por tu Bernabé ve y encuéntralo tú.
3. «Timoteos” son los cristianos más jóvenes que tú, a quienes ayudas a crecer. Jesús nunca nos dijo que reunamos multitudes, sino que nos ordenó que hagamos discípulos. El discipulado relacional toma tiempo y energía, pero invertir tu vida en los demás, es una de las experiencias más satisfactorias en la vida. Una vez que has derramado tu vida en la de otro hermano o hermana, y lo observas madurar en Cristo, nunca más te conformarás con una religión superficial.
Como Pablo, debemos salir y encontrar nuestros Timoteos. Debemos invertir en ellos personalmente. No se trata de predicarles; ellos quieren una relación con nosotros que sea genuina. Quieren mamás y papás espirituales que sean accesibles, que afirmen y empoderen. Si no los mentoreamos ahora, no habrá nadie corriendo a nuestro lado cuando sea el momento de pasar la posta.
La vida cristiana es una relación vibrante y amorosa con Dios – pero no termina allí. Oro para que abras tu corazón e inviertas en la gente que te rodea.
Vía: Charisma Magazine