Muchos de nosotros tenemos la fantasía de que nuestra familia sea como los Walton (una de las familias más ricas en EE.UU.), que la expectativa de que nuestros amigos, sean como los miembros de nuestra familia. Jesús no tuvo esa expectativa. Mira cómo definió a su familia, en Marcos 3:35: “Todo el que hace la voluntad de Dios es mi hermano y mi hermana y mi madre.” Cuando los hermanos de Jesús, no compartían sus convicciones, él no trató de obligarlos. Reconoció que su familia espiritual, podía darle lo que su familia física, no.
No podemos controlar cómo responde nuestra familia. Nuestras manos están atadas. Tenemos que avanzar más allá de la expectativa de que si hacemos bien, ¡nuestra familia nos tratará bien! El hecho es que puede que lo hagan; y una vez más, ¡puede que no! Deja que Dios te de lo que tu familia física y terrenal, no te da. ¡Y no te desalientes! Dios todavía cambia familias.
Vía: Max Lucado