“Entonces Job respondió al SEÑOR y dijo: He aquí, yo soy insignificante; ¿qué puedo yo responderte? Mi mano pongo sobre la boca. Una vez he hablado, y no responderé; aun dos veces, y no añadiré más.»
Job 40:3-5
Cuando Dios confrontó a Job con Su poder y Majestad, Job respondió con absoluta humildad. El hombre corregido no trató de defenderse o racionalizar sus sentimientos. Él confesó su humanidad, luego cerró su boca. Incluso después que Job reconoció su insignificancia y presunción, Dios le lanzó un segundo discurso, describiendo gráficamente Su poder para controlar todo. Dios dijo que Él se gloria en el poder de Behemot y la ferocidad de Leviatán, y le preguntó a Job si él se atrevería a acercarse a alguno de ellos. Esta vez Job respondió con profundo arrepentimiento, marcando claramente la diferencia entre sus amigos y él.
Los líderes de Dios se sienten seguros lo suficiente para arrepentirse cuando se equivocan. Ellos no tienen que proyectar su propia valía, defender cada movimiento, o excusarse por sus fracasos. Al final, Dios reprendió a los amigos de Job y recompensó a Job – pero hasta el final.
Extractado de “La Biblia del Liderazgo” de John Maxwell