La vida de la tierra prometida, no es un territorio físico; es una realidad espiritual. No es un estado real, pero un estado real de la mente y el corazón. La Escritura lo llama una vida en la cual “somos más que vencedores en Cristo que nos amó” (Romanos 8:37)
Pablo lo describe como una vida en la cual “no nos damos por vencido” (2 Corintios 4:16). Una vida en la cual estamos “somos felices en medio de nuestras tribulaciones” (2 Corintios 7:4). En el plan de Dios, en la tierra prometida de Dios, ganamos más a menudo, que perdemos; perdonamos tan pronto como somos ofendidos; y damos tan abundantemente como recibimos. Podemos tropezar, pero no caer. Podemos luchar, pero desafiamos la desesperación. Nos gloriamos solo en Cristo, confiamos solo en Dios, nos apoyamos completamente en Su poder. Disfrutamos de abundante fruto y crecemos en la fe. ¡Vivimos la vida de la tierra prometida!
Vía: Max Lucado