Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.
2 Corintios 3:18
El apóstol Pablo se refería a este principio espiritual: «Pero todos nosotros, mirando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen». Al contemplar la gloria del Señor, somos transformados. Este principio básico es fundamental para la teología de Pablo sobre la transformación del corazón, y es lo que hizo de David un hombre según el corazón de Dios. En pocas palabras, todo lo que contemplamos o entendemos acerca del corazón de Dios hacia nosotros, eso es lo que llegamos a ser en nuestros corazones hacia Dios. Si contemplamos a un Dios mezquino y tacaño, nos volveremos mezquinos y tacaños. Pero si contemplamos Su gloria, como Pablo escribió, el Espíritu Santo nos transforma en algo glorioso. David era un estudiante, un erudito, un doctor en las emociones de Dios. Estaba tan consumido por este gran esfuerzo que hizo de él su principal preocupación «todos los días de su vida» (Salmo 27:4). Como resultado, él tenía más perspicacia en las cosas que arden en el corazón de Dios que cualquier otro hombre en el Antiguo Testamento. Se volvió diferente.
ORACIÓN
Señor, quiero mirar sin miedo a Tu corazón apasionado y experimentar Tu transformación de gloria en gloria. Todo lo que quiero es ser más como Tú!
David creó su propia categoría de intimidad con Dios porque se atrevió a mirar, sin miedo, al apasionado corazón de Dios.
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