¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.
Miqueas 7:18-19
Nuestro éxito y valor no se basan en nuestro nivel de producción; nuestro valor financiero; nuestro talento en los deportes, la música o la academia; o cualquier otra cosa. Todos estos son espectáculos secundarios. Lo que nos da verdadero sentido en el vasto y complejo mundo en el que nos encontramos es que el eterno, el Dios increado, nos persigue con apasionado deseo. Esto es lo que corona nuestras vidas con significado y poder. Esto es lo que nos hace grandes. No hicimos nada para nacer, y desde entonces hemos tropezado y caído de muchas maneras. Sin embargo, Jesús, nuestro Esposo Dios, dice: «Te quiero a ti». Y eso nos confiere un significado eterno. Aunque cualquier otra circunstancia sea inestable, y aunque nos desordenemos en miríadas de caminos, caminamos en gracia ante una audiencia de Uno con profundo éxito y contentamiento simplemente porque Él nos anhela y se declara amante de nuestras almas.
ORACIÓN
Padre, no te importa que yo sea un don nadie insignificante en este vasto y complejo mundo en el que vivo. Aún me amas… me quieres… y me llamas a Tu presencia.
Somos los que Dios desea.