Mantenme como la niña de tus ojos; escóndeme a la sombra de tus alas de los malvados que me atacan, de mis enemigos mortales que me rodean.
– Salmo 17: 8-9
Cuando la presión entra en mi vida, me escondo en ese lugar secreto, en esa postura de volver a enfocar mi alma. Ahí encuentro el Espíritu de vida, y estoy vivo por dentro. Es como un músculo que trabaja una y otra vez. Mi corazón sigue ampliándose en la verdad absoluta de que soy amado, soy un amante y, por lo tanto, tengo éxito. Debido a que el Hijo de Dios, el Esposo eterno y celestial, nos ha elegido como el deleite de Su corazón, es inconcebible que alguna vez seamos insignificantes. Él nos ha elegido para gobernar y reinar en ese vasto, eterno y expansivo imperio que se llama el reino de Dios. Somos lo que pulsa su corazón. Somos lo que él anhela. Somos lo que Él espera como Su herencia. Sabiendo esto, es inconcebible que languidezcamos en la desesperación de la insignificancia. ¡Si pudiéramos ver quiénes somos por Él!
ORACIÓN
Escóndeme en el lugar secreto, querido Dios, y avísame allí con Tu Espíritu. Gracias a Ti, puedo encontrar verdadero significado en este hecho: soy amado por Dios.
Nunca podré volver a ser insignificante, y tampoco ¡puedes!