Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios: el que perdona todas tus iniquidades; quien cura todas tus enfermedades; quien redime tu vida de la destrucción; quien te corona con misericordia y misericordias tiernas; que satisface tu boca con cosas buenas; para que tu juventud se renueve como la del águila.
– Salmo 103: 2-5, KJV
Si vamos a experimentar la integridad y curación verdadera y duradera en los lugares de nuestras heridas, debemos encontrarnos con el Sanador mismo y animarlo a construir una relación de intimidad con él. ¿Cómo se curan las heridas internas del corazón? Debemos devolverle todo a Dios, incluyendo toda la amargura, la autocompasión y el deseo de venganza. Nuestro dolor, enojo, vergüenza y orgullo, incluso nuestras esperanzas, ambiciones y sueños, deben colocarse en el altar de Dios, junto con nuestros derechos personales y el deseo de dirigir nuestras propias vidas. Jesús debe convertirse en el centro de atención de nuestros corazones, no nuestras tragedias, nuestro pasado o todo lo que pudo haber sido. Solo Jesús puede transformar la autocompasión en victoria o las lágrimas en triunfo.
ORACIÓN
Padre, muéstrame la sanación interna que todavía necesito. Revélame mis heridas para que pueda ponerlas en el altar y permitir que Jesús transforme mi autocompasión en victoria y triunfo.
Un enfoque en la intimidad con Jesús es esencial para sanar las heridas internas del corazón