Satanás nunca se calla. Día tras día, hora tras hora… implacable, incansable. A diferencia de la convicción del Espíritu Santo, la condenación del Satanás no trae arrepentimiento, ni solución, solo remordimiento. Jesús nos recuerda que Satanás tiene una meta: “robar, matar, y destruir” (Juan 10:10). Robar tu paz, matar tus sueños, y destruir tu futuro. ¡Pero él no tiene la última palabra!
Jesús ha actuado en tu nombre. Se humilló lo suficiente para dormir en un pesebre, para trabajar en una carpintería, y dormir en un bote pesquero. Lo suficiente para estar entre ladrones y leprosos. Lo suficiente para ser escupido, golpeado, clavado y traspasado. Lo suficiente para ser sepultado.
Pero entonces se levantó. Se levantó de muerte y justo en la cara de Satanás. Se paró delante de él, ¡y se levantó por ti!
Vía: Max Lucado