“Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.”
Salmo 40:1-2
El rey David sabía algo sobre el sufrimiento, particularmente del sufrimiento causado por sus propias acciones. Pero también sabía a quién podía ir durante esos tiempos de angustia.
¡Qué gran consuelo y gozo llega a nosotros cuando entendemos que Dios es rico en gracia y misericordia, que Él no solo perdona, sino que restaura y redime! El Señor nos levanta de nuestros pozos personales de desesperación y nos pone en la correcta posición ante Dios.
Cuando llegan los momentos de problemas – incluso los problemas que traemos en nosotros mismos – debemos ir a Dios y esperar pacientemente Su ayuda. Él nunca nos falla. Recuerda estas verdades acerca del Dios a quien sirves, luego proclámalas a todos los que quieran escuchar.
Extractado de “La Biblia del Liderazgo” de John Maxwell