Pues sé de dónde vengo y adónde voy… porque no estoy solo. El Padre, quien me envió, está conmigo.
— Juan 8:14, 16
No hay nada más atractivo que un líder seguro. “Sé quién soy, sé a dónde voy, y sé cómo llegar,” son declaraciones que exudan certeza y visión. Pero el problema más crítico para los líderes seguros, es si tienen o no el derecho de ser seguros. ¿Tienen credibilidad? La credibilidad se relaciona, no con la cantidad de confianza que uno exuda, sino con el currículo pasado de logros. La credibilidad respuesta la pregunta, “¿Cuál es el calibre de las personas que ya han puesto su confianza en ti?”
En el octavo capítulo del evangelio de Juan, Jesús había alimentado a miles, sanado multitudes, enseñado a los estudiosos, y perdonado a pecadores. Aun así, los fariseos se vieron obligados a desafiar la credibilidad de Jesús. Plenamente consciente de la agenda de los legalistas que estaba enfrentando, Jesús declaró sin embargo, que fue enviado por el Padre, y que el Padre estaba con él en sus afirmaciones. Usó un lenguaje que los obligó a tomar una decisión sobre él.
Las palabras que Jesús habló, resonaron en algunos y ofendieron a otros. Pero todos entendieron. Jesús sabía que, independientemente de su currículo, sin importar el apoyo de su Padre, algunos se empeñarían en oponerse a Él.
Curiosamente, Jesús no se centró mucho tiempo en aquellos que rechazaron su llamado a la redención. En lugar de eso, se volvió a aquellos que creyeron, y los alentó: “Ustedes son verdaderamente mis discípulos si se mantienen fieles a mis enseñanzas. Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.” (V. 31-32).
El dialogo de Jesús con los fariseos, sirvió, no simplemente para defender su credibilidad, aunque tuvo impresionante éxito en hacerlo. Sus declaraciones sobre todo, llamaron a algunos a la fe salvadora. Entonces los alentó a seguir adelante hacia la libertad que viene de salir de la condenación de la ley, que ellos conocían tan bien. Jesús nunca dejó que el orgullo personal interfiriera con la redención de un corazón. Nunca permitió que la defensa de su reputación tomara precedencia sobre su principal propósito: llevar a los pecadores a casa.
La confianza y la credibilidad son herramientas útiles para tener en el desempeño de las funciones de liderazgo. Ciertamente, afectan nuestra eficacia en la dirección de la gente a Jesús. Pero deben ser manejadas con pasión por que los demás experimenten la libertad espiritual en Jesucristo. Jesús nos llama a estar completamente disponibles para su servicio en este gran propósito.