Hace muchos años, Bzuneh Tulema era el borracho del pueblo, en Adama-Etiopía. Él y su esposa encargaron sus hijos a sus vecinos, y se resignaron a morir en la borrachera. Pero entonces, alguien los vio. Los miembros de una iglesia del área, empezaron a llevarles comida y ropa, invitándoles a los servicios. Bzuneh no estaba interesado. Su esposa, Bililie, sí. Ella comenzó a mantenerse sobria y considerar la historia de Cristo. La promesa de una nueva vida. La oferta de una segunda oportunidad. Ella creyó. Bzuneh no fue tan rápido. Los amigos lo encontraron borracho, casi muerto, y lo llevaron a la iglesia para compartirle de Jesús. Desde entonces, no ha tomado ni una gota.
Todo comenzó con una honesta mirada y una mano de ayuda. Ojos bondadosos encontrándose con ojos desesperados. Manos fuertes ayudando a las débiles. Entonces, ¡el milagro de Dios! Podemos hacer nuestra pequeña parte, ¡Él hace la más grande!
Vía: Max Lucado