Cuando una herramienta emerge del yunque de un herrero, no hay duda para qué sirve. Una mirada a la herramienta e instantáneamente sabes su función.
El tiempo en el yunque de Dios debería aclarar nuestra misión y definir nuestro propósito. Ser probado por Dios nos recuerda que nuestra función y tarea, es estar en sus negocios. Nuestro propósito es ser una extensión de su naturaleza, y un proclamador de su mensaje. Deberíamos salir del taller del herrero, sin ninguna duda de por qué Dios nos hizo. Conocemos nuestro propósito.
Si vivimos nuestras vidas de esta manera, entonces podemos entrar a nuestros últimos años con la certeza de saber que la vida fue bien vivida, y que el cielo está a solo un guiño… ¿acaso hay mayor recompensa que esa?
Vía: Max Lucado