«No te ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí al oír el mensaje de ellos. Te pido que todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Les he dado la misma gloria que tú me diste, para que sean una sola cosa, así como tú y yo somos una sola cosa: yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a ser perfectamente uno, y que así el mundo pueda darse cuenta de que tú me enviaste, y que los amas como me amas a mí»
—Juan 17:20-23
Estos versos revelan que la respuesta a la oración de Cristo no radica solo en el cielo. Pasará en este lado de la eternidad, de modo que los no salvos, puedan ser testigos. Los comienzos de su cumplimiento se encuentran en esta era. La oración de Jesús por una iglesia así, que lo amara como el Padre lo ama, indudablemente será contestada. Fue dirigida por el Padre, energizada por el Espíritu Santo, y hecha de acuerdo con la voluntad del Padre. Jesús nunca oró incorrectamente.
Oración
Señor, desprecio la tibieza y el letargo en mi vida espiritual. Lléname hasta desbordar con Tu Espíritu Santo, de modo que mi vida sea energizada, para ser un faro que atraiga a otros a Ti.
Jesús oró para que el mundo contemplara una iglesia poderosa y apasionada.