J. Lee Grady
Mi amigo “Jake” asistió a una conferencia de hombres el pasado fin de semana. Después de uno de mis sermones, el cual trataba el tema de la libertad del pecado sexual, un oscuro recuerdo de su pasado, surgió en su mente. Comenzó a llorar, y dos hombres sentados cerca de él, pusieron sus brazos alrededor de él y empezaron a orar.
Cuando Jake fue al altar para orar unos minutos después, se desahogó completamente con uno de los consejeros. A través de las lágrimas, Jake describió cómo había sido sexualmente abusado a la edad de 14 años, por un pastor bautista. (Había ido a la iglesia, en un sábado, para cortar la hierba). Sintió tanto miedo durante el sufrimiento, que permaneció en silencio. Se sintió paralizado cuando el pastor lo acarició. Cuando volvió a casa, no pudo contarle a nadie, ni siquiera a su padre.
Jake tiene 67 años hoy. Mantuvo este horrible secreto por 53 años.
Aquel día, después de la oración, Jake me dijo que sintió cien toneladas más ligero. “El sentimiento de vergüenza y culpa ¡se ha ido!” dijo. “Me siento muy amado por Dios y por mis hermanos.”
Le di a Jake la oportunidad de compartir su testimonio con los demás varones, esa mañana. Explicó que se sentía tan avergonzado después del incidente, que renunció a los deportes. Tenía miedo de que otros muchachos supieran lo que le había pasado, cuando se cambiara en los vestuarios. Se encerró en un caparazón, y luego siguió una vida de promiscuidad sexual con las chicas, sobre todo, para probar que seguía siendo un hombre.
Sin embargo, cuando finalmente abrió su corazón y habló acerca del doloroso incidente, la pasada semana, el poder de sanidad de Dios, inundó su alma, aun cuando la herida había sido ocultada por décadas.
Me alegro de que Jack haya encontrado sanidad. Pero después de compartir su testimonio, uno de los hermanos se acercó a él y le hizo un desafortunado comentario. Le dijo: “Sabes, tú podrías haber detenido aquel hombre si lo hubieses querido.” Afortunadamente, Jake consiguió que otros compañeros oraran por él, para contrarrestar aquellas palabras insensibles.
Probablemente, hay personas en tu iglesia, que han experimentado el mismo tipo de abuso traumático sexual que Jake. Ellos necesitan amor y apoyo. Cuando ministras a una víctima de abuso, necesita escuchar aliento y afirmación, no suspicacia y juicio. Aquí, cinco cosas que deberías decir en esta situación:
- Realmente siento lo que pasó. Gálatas 6:2 dice “Ayúdense a llevar los unos las cargas de los otros, y obedezcan de esa manera la ley de Cristo.” Cuando alguien atraviesa por algo traumático, necesita saber que estamos allí para apoyarles. Las víctimas de abuso son tentadas a pensar que nadie cree su historia. Tu puedes decir, “Eso debió ser horrible.” Puedes decirles también, que crees lo que dicen.
- No estás solo. Recuérdale a la persona que eres parte de una familia de fe, que ofrece amor y sanidad a la gente en su situación. Las víctimas de abuso están tentadas a esconder su experiencia, porque es demasiado embarazosa, sin embargo, la verdadera sanidad solo llega cuando llevamos nuestra oscuridad a la luz de Cristo. Si los estás aconsejando, mantente en contacto y establece otro momento para reunirte – o haz que la víctima se conecte a un grupo de apoyo.
- Esa no fue tu culpa. La mentira más común que una víctima de abuso cree, es “Debo haber hecho algo para merecer esto.” El diablo es un acusador, y utiliza el abuso para destruir la identidad y dignidad de una persona. Usa tus palabras para contrarrestar esas mentiras. En el caso de Jake, él no hizo nada para propiciar que este hombre abusara de él, y el abuso en sí, fue un acto criminal. Él necesita saber que no invitó al abuso. (Nota: si la persona que abusó de la víctima todavía está viva, y eso ocurrió cuando la víctima era menor de edad, deberías reportar el incidente a la policía.)
- ¿Puedo orar contigo ahora? Jesucristo tiene el poder de sanar un corazón abusado, y cualquier seguidor de Cristo tiene la unción para orar por las víctimas de abuso. Isaías 61:1 dice: “El Espíritu del Señor Soberano está sobre mí, porque el Señor me ha ungido para llevar buenas noticias a los pobres. Me ha enviado para consolar a los de corazón quebrantado.” Puedes orar por la víctima, para que experimente sanidad después de que ha compartido su dolorosa historia. Jesús puede quitar la mancha emocional que trae el abuso. (Algunas víctimas, pueden sentirse incómodas si las tocas cuando ores, así que, asegúrate de pedirle su permiso antes de imponer manos sobre su hombro.)
- ¿Puedo ayudarte a encontrar consejería? Ministrar en oración en un altar, puede ser poderoso, pero la mayor parte de las víctimas de abuso, necesitan seguimiento adicional. No solo ores y luego anuncies, “¡Ahora estas sano/a!” Anima a la persona por la que estás orando, a buscar más consejería, preferiblemente de un profesional que tenga valores cristianos. La mayoría de las víctimas, tiene capas de dolor apiladas, y necesitarán tiempo para procesar su sanidad. El abuso sexual es como un accidente grave de auto, puede que requiera largo tiempo para la sanidad. Si tu iglesia tiene un ministerio de consejería, remítelos a ese recurso, inmediatamente.
Jesús trae buenas nuevas al que ha sido abusado, ya no hay vergüenza, condenación o humillaciones. Cuando víctimas de abuso sexual lleguen a tu iglesia, asegúrate de que es un lugar seguro para que ellas encuentren una transformación total.
Vía: Charisma Magazine