Adaptado del blog de Ellen Stumbo
“Mamá, creo que te gusta más tu computadora que tu familia.” Ellie se paró frente a mí, y mi computadora, con los puños en las caderas, y esperando un contacto visual.
«Oh mi amor, ¡eso no es cierto! ¡Por supuesto que me gustas mucho más!” respondí a la defensiva.
“No mamá. Pasas más tiempo jugando con tu computadora que con nosotros.”
Llegué a la parte superior de mi laptop, y poco a poco, comencé a cerrar las pestañas, en un intento de apagar la computadora. Sin embargo, estaba en medio de la lectura de una entrada en mi blog, o un email, o alguna actualización de estado en Facebook, o una revisión de estadísticas en mi blog, o algo, o nada, o absolutamente nada. Aun así, me tomó toda la fuerza de voluntad, cerrar esa pantalla, en lugar de terminar lo que fuera que estaba haciendo en ese momento.
Algún día, estaré rogando por el tiempo de Ellie, y será demasiado tarde, si no cambio esto. Tengo que estar presente si quiero ser parte de las vidas de mis hijas. Ellas son más importantes. No quiero arrepentirme después. Nunca.
“¿Sabes qué, Ellie?, creo que no debería estar en mi computadora desde el momento que llegas de la escuela hasta que te vas a dormir,” finalmente dije.
“¿En serio?” fue la dulce y emocionada voz de Ellie, acompañada por una gran sonrisa.
“Haré mi mejor esfuerzo.”
No es fácil
No pensé que sería tan difícil. Como un adicto a las drogas, atravesando la desintoxicación, me encuentro constantemente parada junto a mi computadora. “Puedo revisar mi email muy rápido; solo me tomará un par de minutos.” Sé que solo tomará “un par de minutos” para mí, perderme detrás de la pantalla. Un par de minutos pronto se convierten en otra tarde con mis amigos en línea, en lugar de estar con mi familia que amo, y con quienes tengo que hacer una vida real.
Esta es la parte más difícil. He intercambiado relaciones reales por aquellas que se llevan a cabo a través de un monitor de computadora. Elegí hacer una vida “virtual” en lugar de una real. No tiene sentido, ningún sentido absolutamente. Especialmente, cuando mi familia es a la que sacrifico. Irónicamente, es mi familia lo que amo más, y ellos quienes realmente importan en mi vida.
La gravedad de todo
Tengo una adicción, y está dañando mis relaciones reales, tanto como si yo fuera una alcohólica o drogadicta. Me he convertido en una madre y esposa ausente, todo por causa de las redes sociales.
Recientemente, una amiga publicó en su página de Facebook (Sí, irónico, ¿no es cierto?) un enlace que te indica el tiempo promedio que pasas conectado cada día. Ella fue valiente al mostrar su número en su muro de Facebook. ¿Yo quiero saber? Ya estaba luchando por pasar mis tardes, libre de mi computadora; ¿realmente quería saber la gravedad de mi pequeña adicción? Entonces, hice clic en el enlace y el número me golpeó. El resultado de “9.8 horas por día” no solo era vergonzoso, sino también lamentable, pues ya no podía negar que vendí mi vida a las redes sociales, y ni siquiera me había dado cuenta de ello. ¡Así que, debía recuperar mi vida!
Esos resultados fueron los que me llevaron a escribir este artículo, pues me dije que sería real. Pero también, porque ahora tengo más personas a quienes rendir cuentas. Pues sé que este es un problema real, fácil de ignorar, pues “todos lo hacen,” pero la presión de esta cultura saturada de medios de comunicación, es tan fuerte que está destruyendo nuestras relaciones. No puedo sentarme detrás de una pantalla y no hacer nada al respecto. Tengo que apropiarme de mi tiempo, de mi vida, y de los dones que Dios me ha dado.
No sé si estás luchando con esto, o no, pero si lo haces, podemos estar juntos en esto. Podemos tomar posesión de nuestra vida y recuperarla. Podemos convertirnos en personas presentes para la gente que amamos y cuidamos. Será difícil, será duro realmente. La tentación está solo a un clic de distancia. Pero valdrá la pena, increíble, absoluta y completamente. Es el tiempo de dejar de vivir detrás de un monitor, y comenzar a vivir la vida en plenitud.
Vía: Charisma Magazine