Pastor Mike Curtis
A los 10 años, con una mochila colgada sobre sus hombros, mi hija mayor, Kate, iba a salir por la puerta principal. “Hey, nena, ¿A dónde vas?” pregunté. Pensé para mí mismo, “¡Grandioso! Ya está con ganas de irse. ¿Qué hice esta vez?”
Su respuesta me sorprendió emocionalmente, “Me voy con Jillian, para discipularla.” Con entusiasmo abrió su mochila y me dejó ver su libro de historias de la Biblia, galletas para el refrigerio, y los suficientes palitos de helado para construir el arca de Noé.
No estaba seguro si debería reír o llorar. Siempre ha tenido un asombroso corazón por Jesús y la gente, incluso a sus 10 años. Hoy, ella sirve en nuestro ministerio de adolescentes, en los grupos V.I.D.A., y el grupo de teatro. También discipula a jovencitas. ¿Podrías decir, “transformadora del mundo”?
Permíteme comenzar definiendo este término, “Transformador del mundo.” Es alguien que se dedica radical y apasionadamente a seguir a Jesucristo, que es compasivo con la gente, y está dispuesto a arriesgarlo todo por causa del reino de Cristo.
Así que, ¿Cómo criamos a estos fieros guerreros? Puedo asegurarte que no es accidental. Es intencional. Requiere sacrificio y mucho. Pero antes de explorar la respuesta a esta pregunta, déjame decir esto: No podemos transmitir lo que no poseemos. No podemos criar transformadores del mundo si nosotros mismos no estamos cambiando el mundo.
Recreamos Quienes Somos.
La Biblia nos dice en 2 Samuel 21:15-22 que los poderosos hombres de David, vencieron a cuatro gigantes como Goliat, en batallas diferentes, que demostraron su habilidad y valor: “Estos cuatro eran descendientes de los gigantes en Gat, los cuales cayeron por mano de David y por mano de sus siervos.” (v. 22). Es de destacar que el hermano de David, Sima, quien servía en el ejército de Saúl, nunca logró matar a uno de esos grandes guerreros filisteos, pero Jonatán, su hijo, que luchó junto a David, es mencionado en el verso 21 por sus actos heroicos al derribar a uno de ellos.
Así que, vamos a hacer un poco de matemáticas. Entre David y sus poderosos guerreros, mataron a cinco gigantes. ¿Cuántos mató Saúl y sus hombres? Cero. Nada. ¿Por qué? Porque tú no puedes traspasar lo que no tienes. Es simple matemática, o debería decir, legado espiritual. El legado de David es un gigante derrotado que transmitió a sus hombres. Saúl no podía hacer eso.
Debemos evaluar con honestidad nuestra devoción a Cristo y Su reino. ¿Estamos permitiendo que Dios edifique en nosotros lo que deseamos edificar en nuestros hijos? SI no es así, debemos primero pedir a nuestro Rey que derribe nuestra religiosidad y gane nuestro corazón, entrene nuestras manos para la guerra (Salmos 144:1), y nos conceda una devoción radical para Sus propósitos, para matar gigantes en la tierra.
Al igual que David tuvo que tomar cinco piedras del arroyo para prepararse para su batalla con Goliat, tú debes cultivar ciertos hábitos intencionales para criar transformadores de este mundo. Más adelante, hablaremos de las cinco “piedras” que necesitas, para transmitir un poderoso legado espiritual.
Vía: Charisma Magazine
¡Buenísimo!
Derribando gigantes en la familia, estudios, trabajo, negocios, vida social y personal.
¡Gloria a Dios!
Solo con nuestro ejemplo nuestros hijos aprenderán a ser DADORES y DISCIPULADORES