Carey Casey
“Papá, ¿No vas a abrir la puerta?”
Escuché de mi hijo de quince años, Chance, una mañana no hace mucho tiempo.
Tenemos varias rutinas que seguimos cada mañana antes de salir hacia la escuela. Una es sentarnos juntos por algunos minutos para leer alguna sabiduría y tal vez hablar por un minuto. Lo hemos estado haciendo probablemente durante siete u ocho años.
Pero últimamente hay otra rutina que ha tomado lugar poco después de eso, y realmente no es gran cosa… o eso pensé.
Esa mañana, terminamos de leer y luego Chance salió de la habitación para hacer lo que tenía que hacer para alistarse. Después de algunos minutos, lo escuché decir desde el frente de la casa, “¿Papá…?”
“¿Sí?”
“¿No vas a abrir la puerta?”
Le dije, “¿De qué estás hablando?”
Y dijo otra vez, “¿No vas a abrir la puerta de en frente?”
Yo pensé, tienes casi 16 años; eres tan alto como yo ahora. Estoy más que seguro ¡que puedes abrirla tú mismo!
Había olvidado la otra parte de nuestra rutina matinal. Él se va muy temprano, así que generalmente enciendo la luz de la puerta principal, la abro, beso su frente, le doy un abrazo, y digo algo como, “Oye, eres un ganador. Y tendrás una gran vida y una gran responsabilidad por delante.” Alguna palabra de aliento que venga a mi corazón ese día.
Supongo que pienso en mis días de jugar fútbol, e imagino dándole una palabra positiva antes que corra por el túnel y llegue al campo antes de un gran juego. En muchas maneras, enviamos a nuestros hijos a la batalla cada día.
De todos modos, él me recordó eso, y eso me dio la señal de que él le daba valor a ese detalle. ¡Quería que su padre abra la puerta!
Él realmente no necesitaba que lo hiciera. Él podría haber encendido la luz; gracias a Dios, pagamos la cuenta de la luz. Y como dije, pudo haber abierto la puerta… pero quería que yo lo haga. Para mi hijo, hay algo significativo en que su papá abra la puerta y lo envíe al mundo.
Tal vez sea una señal de que todavía me necesita y quiere que sea parte de su vida – incluso a medida que crece y se hace más independiente. Para mí, afirmó mi papel como papá.
A menudo con los adolescentes, tenemos que aferrarnos a cualquier clase de afirmación que podamos conseguir. Ellos pueden no decir “Te amo” o “Gracias” muy a menudo. Pero algunas veces dicen, “Oye, papá, ¿Puedes ayudarme a revisar el aceite de mi auto?” o “Oye, papá, ¿Me puedes llevar al entrenamiento?” “Papá, ¿Abres la puerta por mí?”
Tal vez ellos solo quieran algo de ayuda, pero a veces creo que también quieren nuestra presencia. Quieren ser reafirmados en que todavía estaremos cuidándolos y pendientes de ellos.
La adolescencia es a menudo un tiempo confuso para ellos tanto como para sus padres. Algunas veces parece que no desearan que los veas o tener algo que ver contigo.
Y muchas veces sería fácil simplemente darse por vencido. Pero no lo hagas. Ahora mismo tu adolescente necesita tu amor y aceptación – tal vez más que nunca antes. Y créeme, es posible que necesites unos buenos momentos para pensar mientras navegas en los altos y bajos que a menudo llegan durante los años de adolescentes.
Puntos de Acción para Papás en este Viaje
- Busca una cita alentadora o verso de la Escritura para dejarles a tus hijos cuando traspasen la puerta hacia la escuela cada día.
- ¿Quieres estar más cerca de tu adolescente? La flexibilidad puede ser un factor muy importante. Puede que tengas que participar en algunas actividades aparentemente extrañas – y tal vez en horas extrañas – para ser parte de su mundo.
- Trata realmente de relajarte y llevarlo con humor las interacciones y desafíos diarios de tener a un adolescente. ¡Hará la diferencia!
- También trata verdaderamente de notar y señalar todo lo positivo en tu muchacho (a). Él / ella necesita realmente tu valoración y ánimo.
- Toma el valiente y amoroso paso de pedir perdón a tu hijo. “Hijo, sé que he estado ocupado en mi propio mundo últimamente, lo siento.” “Hija, sé que he estado bajo mucha presión del trabajo, y he sido cortante contigo. ¿Me perdonas?”
Vía: Charisma Magazine